viernes, 26 de diciembre de 2014

Experiencia vivida por la vidente Luz de María durante el Mensaje del 24 de diciembre de 2014


Comentarios de Luz de María: 


Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre Santísima se encuentran tan cerca de cada uno de nosotros, que esa cercanía es desapercibida por la mayoría de los hijos de Dios.
 
En esta fecha el Cielo me permite compartir un regalo que no es personal sino para toda la humanidad:
 
Miro a Nuestra Madre Santísima, con Su hermosura realzada, Sus Ojos irradiando la luz del mismo Sol, con Su Mirada profunda, enmarcada por unos delineados párpados como con un suave pincel que les dan una forma almendrada.  El color miel de Su Ojos es más radiante, como iluminado con los rayos del Sol. Su Piel de porcelana bendita me lleva a mirar Sus Labios sonrientes, Labios de Madre con la más perfecta forma, hechura del Escultor Divino, con un tono rosado como extraído de los pétalos de una rosa. Rostro de Madre, la más bella de entre todas las mujeres.
 
Su Cabello castaño resplandece ante los rayos de la luna, que tenuemente le dan un brillo particular. Su Manto Celeste cubierto de estrellas brilla de una forma especial, le miro el vestido de suave caída y con bordados dorados por donde se traslucen los rayos de la luna.
 
Todo se ha integrado para realzar en este instante a la Madre Celestial. Miro cómo de todas partes se acercan Criaturas Angelicales iluminadas por un halo, todo brilla, todo se envuelve en un aire especial. Escucho en medio del respetuoso silencio una suave pero magistral melodía, que es traída por el viento y entonada por los Coros Celestiales.
 
Como criatura humana, vivo con el corazón palpitante en una espera que parece interminable, esperando que esos Labios Maternos se abran.  Pero la Madre me sonríe y permanece en silencio mirándome, pero con su mirada me dice:
“Hija amada, te comparto Mi Tesoro”
 
La Madre bendita se desvanece como entre las nubes que le rodean pero de inmediato la miro. No viene sola, trae en Sus benditos y delicados Brazos Maternos al Niño Jesús con una inexplicable ternura, y me dice:
 
“Aquí tienes al Rey de reyes, al Señor de señores, en quien se goza el Padre Eterno
y el Espíritu Santo mantiene su morada.
 
Dentro de ese éxtasis inolvidable para mí, deseo que la Madre me muestre al Niño, pero la Madre me dice:
 
“Hija, has de saber que todos son amados por Mi Hijo, debes saber que todos son llamados a la Salvación Eterna, pero los que con su voluntad desean encontrar la plenitud, son pocos y cada instante lo serán menos. Tu camino no es fácil, como no lo es para el que es llamado y obedece, no obstante ten presente cómo insultaron a Mi Hijo para que perdiera la Paz, ignorando que Él es la Paz infinita. Así tú, permite que las palabras ofensivas pasen de lejos, cuida tu alma para que continúes siendo instrumento de la Casa de Mi Hijo”.
 
Luego se acerca la Madre Santísima despacio, yo sólo miro el color del Rostro del Niño Jesús que viene cobijado con hilos plateados que la noche deja caer suavemente rindiendo homenaje a Su Rey. En esta ocasión la noche no es noche sino se ha oscurecido para que únicamente el Rey resplandezca.
 
Entre los Brazos Maternos se desliza suavemente esa Criatura Divina que ansío mirar, pero la Madre extiende Sus Brazos y yo embelesada ante la belleza Divinal que miro frente a mí, con mis sentidos sumergidos en otro lugar, el Rostro del Niño que destella pureza es irradia luz. Es el Rostro del Amor… ¡Ahora sí he mirado el Amor!, es Él: Jesús Niño ataviado por los Cuerpos Celestes que todos unidos en torno a Él, dejan caer sus destellos para homenajearle. Miro cómo Su ropaje varía de color, leves tonos emanados de las mismas estrellas, la luna emana la esencia de ella misma.
 
Mi pensamiento arrobado por tanta hermosura no me permite ni por un instante pensar en mi indignidad, tan sólo miro el Amor que lo puede todo, que puede transformar al pecador en un santo, que puede cambiar el mal en bien, que puede revertir el tiempo…, es esa mirada inocente que frente a mis ojos me traspasa el alma y me escudriña con amor.
 
Miro a la Madre que me lo ofrece y aun en ese estado de éxtasis me detengo, pero nuestra Madre Santísima me mira y me coloca a Su Hijo en mis brazos, ¡oh dulzura, oh hermosura sin igual!, ¡oh amor infinito que todo lo puede, oh misericordioso Niño: Esperanza, Paz y Amor sin igual! Tanta Divinidad ante mi indignidad…
 
Pero ante la mirada del adorado Niño, entro en esa paz que se desprende de Sus Ojitos color miel, con  infinita ternura y que, aunque escudriña mi alma, vivo un gusto sublime entregando mi espíritu a las delicias de Su Dueño.
 
Miro las Manos pequeñas moverse y miro la Cruz…. ¿Cómo? Estas Manos Santísimas cargan nuestros pecados… Eso me lo comparte la mirada tierna de ese Pequeño pero gran Dios de Poder y Majestad. Su Boca Divina se mueve y mi alma escucha las Palabras:
 
“Hija, el hombre es lo que su corazón transmite, el corazón transmite lo que lleva la criatura humana en el interior de su corazón. Mantén ardiendo el deseo de permanecer a Mi lado, cumpliendo la Voluntad de Mi Padre.”
 
¿Cómo no sentir las entrañas conmoverse ante tan solemnes Palabras? Ese Rostro de perfección sin igual, con Mejillas levemente rosadas, Cabello castaño como Su Madre, me mira, y yo, quedo arrobada por esta belleza, no sólo física sino interior que jamás imaginé mirar y tener en mis brazos, lo que me lleva a comprometerme más con la misión que me ha sido encomendada.
 
La Madre Santísima se acerca y como si no deseara desprenderme de la esencia del Amor, la miro y Ella me vence con tan gran ternura, que sabiendo que he recibido más de lo que merezco, entrego al Divino Niño, sin que antes y en silencio le pida por los inocentes, por la testarudez humana, la soberbia, la falta de fe, la negación del hombre hacia Él, a la vez le pido perdón por los que no desean reconciliarse con Él y los que le niegan. Mi Divino Niño me dice:
 
“Los escarmientos de la humanidad no son en vano, al ocurrir lo que Mi Madre ha develado, rescataré algunas almas de las manos del enemigo. Yo Soy Amor y vengo en busca de amor. En este instante falta el amor. La humanidad carece de verdad, por eso Yo regreso por los Míos. Tú transmite la Palabra del Cielo a tiempo y destiempo, el resto entrégalo a Mi Voluntad.”
 
Nuestra Madre se retira entre las nubes que le cobijan y Me dice:
 
Dile a Mis hijos que les amo, diles que permitan a Mi Pequeño Hijo que renazca en sus corazones.
 
Y yo en un total y absoluto silencio me  siento abstraída por tanta Bondad Divina y meditando, guardo silencio…
 
Amén.
 
 
Gracias a todos nuestros hermanos que en la Unidad de los Sagrados Corazones, compartimos este año.
Les deseamos una Santa y  Feliz Navidad.

Ver Mensaje:

No hay comentarios:

Publicar un comentario