Comentarios de Luz de María:
Nuestro Señor
Jesucristo y nuestra Madre Santísima se
encuentran tan cerca de cada uno de
nosotros, que esa cercanía es desapercibida
por la mayoría de los hijos de Dios.
En esta fecha el
Cielo me permite compartir un regalo que no
es personal sino para toda la humanidad:
Miro a Nuestra
Madre Santísima, con Su hermosura realzada,
Sus Ojos irradiando la luz del mismo Sol,
con Su Mirada profunda, enmarcada por unos
delineados párpados como con un suave pincel
que les dan una forma almendrada. El color
miel de Su Ojos es más radiante, como
iluminado con los rayos del Sol. Su Piel de
porcelana bendita me lleva a mirar Sus
Labios sonrientes, Labios de Madre con la
más perfecta forma, hechura del Escultor
Divino, con un tono rosado como extraído de
los pétalos de una rosa. Rostro de Madre, la
más bella de entre todas las mujeres.
Su Cabello
castaño resplandece ante los rayos de la
luna, que tenuemente le dan un brillo
particular. Su Manto Celeste cubierto de
estrellas brilla de una forma especial, le
miro el vestido de suave caída y con
bordados dorados por donde se traslucen los
rayos de la luna.
Todo se ha
integrado para realzar en este instante a la
Madre Celestial. Miro cómo de todas partes
se acercan Criaturas Angelicales iluminadas
por un halo, todo brilla, todo se envuelve
en un aire especial. Escucho en medio del
respetuoso silencio una suave pero magistral
melodía, que es traída por el viento y
entonada por los Coros Celestiales.
Como criatura
humana, vivo con el corazón palpitante en
una espera que parece interminable,
esperando que esos Labios Maternos se
abran. Pero la Madre me sonríe y permanece
en silencio mirándome, pero con su mirada me
dice:
“Hija amada, te
comparto Mi Tesoro”
La Madre bendita
se desvanece como entre las nubes que le
rodean pero de inmediato la miro. No viene
sola, trae en Sus benditos y delicados
Brazos Maternos al Niño Jesús con una
inexplicable ternura, y me dice:
“Aquí tienes al
Rey de reyes, al Señor de señores, en quien
se goza el Padre Eterno
y el Espíritu
Santo mantiene su morada.”
Dentro de ese
éxtasis inolvidable para mí, deseo que la
Madre me muestre al Niño, pero la Madre me
dice:
“Hija, has de
saber que todos son amados por Mi Hijo,
debes saber que todos son llamados a la
Salvación Eterna, pero los que con su
voluntad desean encontrar la plenitud, son
pocos y cada instante lo serán menos. Tu
camino no es fácil, como no lo es para el
que es llamado y obedece, no obstante ten
presente cómo insultaron
a Mi Hijo para que perdiera la Paz,
ignorando que Él es la Paz infinita. Así tú,
permite que las palabras ofensivas pasen de
lejos, cuida tu alma para que continúes
siendo instrumento de la Casa de Mi Hijo”.
Luego se acerca
la Madre Santísima despacio, yo sólo miro el
color del Rostro del Niño Jesús que viene
cobijado con hilos plateados que la noche
deja caer suavemente rindiendo homenaje a Su
Rey. En esta ocasión la noche no es noche
sino se ha oscurecido para que únicamente el
Rey resplandezca.
Entre los Brazos
Maternos se desliza suavemente esa Criatura
Divina que ansío mirar, pero la Madre
extiende Sus Brazos y yo embelesada ante la
belleza Divinal que miro frente a mí, con
mis sentidos sumergidos en otro lugar, el
Rostro del Niño que destella pureza es
irradia luz. Es el Rostro del Amor… ¡Ahora
sí he mirado el Amor!, es Él: Jesús Niño
ataviado por los Cuerpos Celestes que todos
unidos en torno a Él, dejan caer sus
destellos para homenajearle. Miro cómo Su
ropaje varía de color, leves tonos emanados
de las mismas estrellas, la luna emana la
esencia de ella misma.
Mi pensamiento
arrobado por tanta hermosura no me permite
ni por un instante pensar en mi indignidad,
tan sólo miro el Amor que lo puede todo, que
puede transformar al pecador en un santo,
que puede cambiar el mal en bien, que puede
revertir el tiempo…, es esa mirada inocente
que frente a mis ojos me traspasa el alma y
me escudriña con amor.
Miro a la Madre
que me lo ofrece y aun en ese estado de
éxtasis me detengo, pero nuestra Madre
Santísima me mira y me coloca a Su Hijo en
mis brazos, ¡oh dulzura, oh hermosura sin
igual!, ¡oh amor infinito que todo lo puede,
oh misericordioso Niño: Esperanza, Paz y
Amor sin igual! Tanta Divinidad ante mi
indignidad…
Pero ante la
mirada del adorado Niño, entro en esa paz
que se desprende de Sus Ojitos color miel,
con infinita ternura y que, aunque
escudriña mi alma, vivo un gusto sublime
entregando mi espíritu a las delicias de Su
Dueño.
Miro las Manos
pequeñas moverse y miro la Cruz…. ¿Cómo?
Estas Manos Santísimas cargan nuestros
pecados… Eso me lo comparte la mirada tierna
de ese Pequeño pero gran Dios de Poder y
Majestad. Su Boca Divina se mueve y mi alma
escucha las Palabras:
“Hija, el hombre
es lo que su corazón transmite, el corazón
transmite lo que lleva la criatura humana en
el interior de su corazón. Mantén ardiendo
el deseo de permanecer a Mi lado, cumpliendo
la Voluntad de Mi Padre.”
¿Cómo no sentir
las entrañas conmoverse ante tan solemnes
Palabras? Ese Rostro de perfección sin
igual, con Mejillas levemente rosadas,
Cabello castaño como Su Madre, me mira, y
yo, quedo arrobada por esta belleza, no sólo
física sino interior que jamás imaginé mirar
y tener en mis brazos, lo que me lleva a
comprometerme más con la misión que me ha
sido encomendada.
La Madre
Santísima se acerca y como si no deseara
desprenderme de la esencia del Amor, la miro
y Ella me vence con tan gran ternura, que
sabiendo que he recibido más de lo que
merezco, entrego al Divino Niño, sin que
antes y en silencio le pida por los
inocentes, por la testarudez humana, la
soberbia, la falta de fe, la negación del
hombre hacia Él, a la vez le pido perdón por
los que no desean reconciliarse con Él y los
que le niegan. Mi Divino Niño me dice:
“Los escarmientos
de la humanidad no son en vano, al ocurrir
lo que Mi Madre ha develado, rescataré algunas
almas de las manos del enemigo. Yo
Soy Amor y vengo en busca de amor. En este instante
falta el amor. La humanidad carece de
verdad, por eso Yo regreso por los Míos. Tú transmite la
Palabra del Cielo a tiempo y destiempo, el
resto entrégalo a Mi Voluntad.”
Nuestra Madre se
retira entre las nubes que le cobijan y Me
dice:
“Dile
a Mis hijos que les amo, diles que permitan
a Mi Pequeño Hijo que renazca en sus
corazones.”
Y yo en un total
y absoluto silencio me siento abstraída por
tanta Bondad Divina y meditando, guardo
silencio…
Amén.
Gracias a todos
nuestros hermanos que en la Unidad de los
Sagrados Corazones, compartimos este año.
Les deseamos una
Santa y Feliz Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario